El documento electrónico no existe hasta que alguien “lo llama”



La generalización del documento electrónico ha tenido consecuencias fundamentales para la Documentación, que afectan a sus focos de interés, a conceptos tradicionales y al ejercicio profesional.

Purificación Moscoso. Directora del Máster en Documentación de la Universidad de Alcalá

La tecnología ha sido el principal motor de la evolución de la Documentación desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. Y lo ha sido por dos razones fundamentales. La primera, porque al reducirse a prácticamente cero el flujo de información flotante, es decir, el tiempo que pasa la información en el canal de comunicación, el proceso de transmisión del conocimiento experimentó una revolución sin precedentes.
La segunda razón es la consecuencia de la asociación información-tecnología, que dio lugar a la aparición del documento electrónico, cuyos atributos no son inherentes al contenido del documento, sino a la tecnología.

La generalización del documento electrónico afecta, en primer lugar, al mismo concepto de documento, que hasta la irrupción de la revolución tecnológica siempre había estado asociado al soporte. Sin embargo, al desvincularse la información del soporte, se desvinculan también las características que conformaban la antigua idea de documento del nuevo concepto.

Es claro que las características que definían la antigua noción de documento se identificaban con la idea de documento impreso, cuyo rasgo principal es que el soporte en el que se registra la información es, al mismo tiempo, medio de almacenamiento e instrumento informativo, es decir, medio para acceder a la información.

Sin embargo, la irrupción de un concepto clave, hipertexto, cuyos orígenes se remontan al imaginario invento descrito por Vannevar Bush en “As we may think” en 1945, sentó las bases de un claro cambio de paradigma. Y cuando la tecnología hizo posible el desarrollo de sistemas hipertextuales terminó por fragmentarse definitivamente la vieja idea de documento. Porque al mismo tiempo que estos sistemas favorecían la fragmentación de la información en partes que el usuario podía relacionar, se desintegra la estructura secuencial característica de los documentos impresos, así como el documento mismo.  

El documento electrónico no deja de tener soporte, pero el documento no existe hasta que alguien lo “llama”. Hasta ese momento existen piezas hipertextuales que están distribuidas en la Red, entre una y miles. Al “llamarlo”, el ordenador cliente recibe las piezas y las integra para componer el documento, que en la Red está desestructurado. De esta forma, la Red actúa de medio de almacenamiento y el ordenador cliente –o los servidores físicos necesarios para componer el documento- actúa de soporte.

En este sentido, las cosas no han cambiado, sigue existiendo un soporte. Lo que ha cambiado es que no es posible recuperar la información en los medios en los que se almacena. Se necesitan otros instrumentos porque la información se ha desestructurado. El soporte del documento electrónico no es almacén e instrumento informativo, como lo es en el documento impreso.

Por otro lado, el documento electrónico es infinitamente replicable y muy fácilmente manipulable. Ambas características influyen en las nociones de origen, autoría, autenticidad y fiabilidad asociadas al antiguo concepto de documento. Afectan, también, a la percepción tradicional del documento como una entidad física unitaria.

Por una parte, no existe el original, cualquier copia es tan original como la primera, salvo que se pongan fechas, y aún así rastrear el original en la Red podría convertirse en una empresa sin sentido, en la medida en la que los documentos también son infinitamente manipulables.

Por otra, la posibilidad de manipular y recomponer de forma constante los contenidos de los documentos electrónicos diluye la idea de autoría, ya que tanto el “autor original” como el “usuario autor” tienen la misma capacidad para crear, publicar y distribuir.

Por último, el documento electrónico no es una entidad física unitaria y estática. Por el contrario, es una entidad dinámica creada por los propios usuarios, que generan documentos conforme asocian ideas e informaciones.

Todo ello también ha tenido consecuencias significativas en el ámbito profesional. La primera tiene que ver las nociones de acceso y de propiedad.

En el documento impreso el acceso está condicionado por su lugar físico de almacenamiento, por lo que el espacio se constituía en un elemento fundamental y la ordenación de los fondos era una labor necesaria. El acceso al documento electrónico no se asocia a espacio ni lugar de almacenamiento alguno, porque la información es ubicua. El entorno web solucionó el problema de la necesaria ubicuidad de la información, garantizando al usuario que se encuentre donde se encuentre la información podrá llegar a ella.

El concepto de propiedad también ha experimentado un cambio radical, pero no es cierto que ya no tenga sentido tenerla en cuenta. La propiedad existe, si cabe, más que antes, pero es otro tipo de propiedad. Lo relevante, en nuestros días, no es la propiedad de los soportes, sino la propiedad de los contenidos. Se trata de la propiedad de los derechos de copia, que se manifiestan en la venta de licencias. Ahora, el propietario de los contenidos no es quien los tiene, sino quien tiene los derechos. Antes, la idea de propiedad recaía sobre las bibliotecas y los centros de documentación, que gestionaban la adquisición de documentos, y al ser los centros los depositarios eran también los propietarios de los contenidos. Con los documentos electrónicos no se gestiona su adquisición, sino licencias de acceso.

Y al mencionar al usuario, no podemos obviar cómo también este concepto se ha visto afectado en la medida en que los usuarios potenciales pasan a ser cualquier ciudadano del planeta.

Con la generalización del documento electrónico la idea de una biblioteca “sin muros” cobra ahora todo su sentido.

2 comentarios:

En efecto el documento electrónico no existe hasta que se le llama, lo interesante no es sólo la llamada sino el tecnología utilizada para hacerlo, si “ayer” el soporte de visualización era una página web ante la cual la acción era de simple lectura, web 1.0, “hoy” puede interactuar con el documentos electrónico, cambiarlo aumentar sus contenidos y significados al utilizar las tecnologías de la web 2.0 como hacemos en este blog.

Efectivamente los beneficios del documento electrónico son evidentes, pero yo querria incidir en la revolución que ha supuesto en la docencia tanto para profesores como alumnos por la facilidad de acceso a información, antes dificil y tediosa, y que nos ha abierto las puertas a la tan deseada "biblioteca universal".

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